Reflexiones

¿Qué síndrome padecen la Dirección y la presidencia de las cooperativas, pero muchas veces no lo saben?

20/06/2016 Pepe Albors

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No, no es el síndrome de Estocolmo, aunque más de uno lo habrá pensado. Seguid leyendo y lo descubriréis.

En las cooperativas la elección de la presidencia por ley ha de recaer en una persona socia de la cooperativa. Normalmente, el proceso de elección que viene regulado en estatutos suele ser diverso: desde candidaturas de listas cerradas, donde los cargos son posteriormente distribuidos por el Consejo Rector, que es el que finalmente elige la presidencia de la cooperativa, hasta candidaturas individuales donde es la asamblea la que vota directamente y la persona que resulta más votada es la que asume la presidencia. Los votos alcanzados por los demás socios van determinando el resto de cargos.

 

En otras cooperativas en cambio la presidencia va rotando del mismo modo que en las comunidades de vecinos.

 

Otro tanto ocurre con la elección de la dirección de la cooperativa, aunque en ocasiones, al contrario de lo que ocurre con la elección de la presidencia que obligatoriamente ha de recaer en una persona socia, la dirección puede recaer en una persona no socia, es decir en una persona contratada para que la ejerza. Normalmente, suele ser el Consejo Rector el órgano donde se decide qué persona ostentará la dirección y, posteriormente, ésta elije a su equipo directivo, aunque en algunas cooperativas es el propio Consejo Rector el que efectúa la designación del equipo de dirección y, en otras ocasiones, es hasta la propia asamblea la que toma estas decisiones.

 

La realidad es que he conocido mucha casuística y, aunque todas las formas de elección son legales, para mí algunas son mejores que otras para conseguir una mayor eficacia y eficiencia del proyecto empresarial cooperativo.

 

La intención de este artículo no es hablar del sistema de elección del consejo rector y presidencia o de la elección del equipo de dirección y gerencia que hay en las cooperativas ni de qué sistemas pueden ser mejores, lo reservo para otro post. De lo que quiero tratar ahora es de las sensaciones que experimentan en muchas ocasiones las personas elegidas para asumir la presidencia y/o dirección, especialmente, cuando sienten que no tienen la capacidad y competencia para ejercerla.

 

Estoy hablando del síndrome que se conoce como el “Síndrome del Impostor”. Este término fue acuñado por Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978. Las personas aquejadas de este síndrome están convencidas de que son un fraude y no merecen el cargo que ocupan, que cualquiera lo haría mejor que ellas, que el posible éxito que han conseguido se ha debido más a la suerte que al merecimiento y piensan que las demás personas son más inteligentes y competentes que ellas.

Sienten que nunca estarán a la altura de las circunstancias, de no ser suficientemente buenas y capaces… en definitiva, que se sienten como impostores, como un fraude, y les preocupa que los demás acaben descubriendo que no son tan capaces como se pensaban y que los puedan descabalgar de su cargo. Sienten que están sobrestimadas por los demás.


Recuerdo el caso de un escritor que contaba que cuando recibió un premio lo primero que pensó es que el jurado se había equivocado y le invadió un profundo desasosiego. Con el transcurso del tiempo y viendo que se mantenía el premio, pensó que no se habían dado cuenta de su equivocación, y entonces le invadió una profunda alegría.

 

La pregunta típica que suelen hacerse los que padecen este síndrome es ¿qué he hecho yo para merecer este reconocimiento, cargo, etc.?

 

Sé que algunas personas que estáis leyendo este post no diréis que os sentís como impostores, pero otras sé que cuando lo estéis leyendo habréis pensado: - “¡Así es exactamente como me siento o me he sentido en el pasado!”

¿Cómo puede afectar el Síndrome del Impostor a nuestra cooperativa?

 

En la medida en que en nuestra cooperativa las personas que asumen cargos de consejeros o cargos en la dirección sean susceptibles de padecer este síndrome, la cooperativa puede verse afectada, ya que podría ocurrir que sus componentes desarrollen aversión al riesgo, que se pueda llegar a trabajar por debajo del potencial que tiene la suma de sus miembros y, en muchas ocasiones, se puedan postergar tareas y decisiones importantes o menos importantes, pero que paralizan el funcionamiento adecuado de la empresa. También puede aumentar el nivel de inseguridad o bien que las personas que estén afectadas por este síndrome puedan volverse adictos al trabajo duro y disciplina férrea para justificar que su éxito se debe al trabajo duro y no al talento. Evidentemente, esto repercutirá en un funcionamiento anómalo de nuestra empresa cooperativa.

 

Si has tenido en alguna ocasión esta sensación, y no es un tema patológico, lo normal es que con el tiempo y con la acumulación de experiencia desaparezca esa sensación. A veces es tan sencillo como saber encajar los elogios que te puedan hacer y simplemente dar las gracias, sin sentir que debas justificarte.

 

Pero como bien decía Newton en su tercer principio, el de acción y reacción, siempre hay fuerzas que actúan en la misma dirección y sentido contrario.

 

Así que voy a aprovechar para hablar del efecto Dunning-Kruger, que se produce cuando gente objetivamente incompetente encuentra imposible creer en su propia incompetencia.

 

Es decir, hay personas que no son conscientes de sus limitaciones, competencias y capacidades, y sufren un complejo de superioridad que les hace considerarse más listos e inteligentes que los demás, no siendo conscientes de su incompetencia e ignorancia.

 

La frase que decía mi abuela… “la ignorancia, ¡qué atrevida es!”, es muy cierta. Las personas ignorantes e incompetentes no tienen la capacidad de darse cuenta de sus limitaciones y por eso suelen ser más atrevidas que las demás, y se lanzan a ocupar puestos de responsabilidad que no merecerían por su capacidades, pero que, debido a su seguridad basada en la inconsciencia de sus limitaciones, hace que las personas confíen en ellos para dirigir o tomar las riendas de la empresa y en ocasiones incluso de un país.

 

Podríamos citar ejemplos como el de Maduro en Venezuela, Berlusconi en Italia, Putin en Rusia o, en un futuro, el de Donald Trump en Estado Unidos (podéis añadir a la lista muchos ejemplos más).

Decía Bertrand Russel :
Uno de los dramas de nuestro tiempo está en que aquellos que sienten que tienen la razón son estúpidos y que la gente con imaginación y que comprende la realidad es la que más duda y más insegura se siente”. 

 

Al final, la responsabilidad de elegir a las personas que van a dirigir la cooperativa, tanto en el plano social como empresarial, es de todas las personas socias, por eso es importante que sepamos detectar tanto el síndrome del Impostor como el efecto Dunning-Kruger que se pueda dar en los miembros de nuestra cooperativa.

Piensas que en tu cooperativa se da el Síndrome del Impostor

  •  Sí
  •  No

Piensas que en tu cooperativa se da el Efecto Dunning-Kruger

  •  Sí
  •  No

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Pepe Albors

Pepe Albors

Hola! Soy Pepe Albors y quiero ayudarte a entender mejor la empresa cooperativa. Creo en la democracia económica, y la cooperativa es el mejor modelo de empresa para llevarla a cabo. No es fácil gestionar y trabajar en cooperativa, la igualdad, la participación democrática, la cooperación, no son fáciles de gestionar. Cuento con una experiencia de 37 años en el mundo cooperativo y os puedo ayudar a que el proceso de conducir un proyecto cooperativo sea más llevadero.

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