18/03/2019 Marcos de Castro Sanz
Esos valores que, hace muy pocos años, eran considerados utópicos y alejados del mundo empresarial son ahora los que importantes sectores sociales están demandando
El siglo XVIII confirma el salto de la economía feudal a la economía capitalista, que se consolidará durante el siglo XIX. Se crean las grandes empresas, se abandonan los pequeños talleres artesanales, y se conforman los elementos básicos del ADN empresarial que seguirá hasta nuestros días: optimizar la producción, desarrollar necesidades de consumo, maximizar el beneficio para retribuir al propietario del capital… François Houtart lo resume con los siguientes ejes:
Las consecuencias positivas son la creación de riqueza y empleo, pero las negativas son generar exclusión social, desigualdades económicas y sociales, dominio del mercado sobre la política, agotamiento del planeta... Lo que convoca al mundo empresarial a comportarse, en ocasiones, con un esquema de valores negativos (contravalores), competitivos y creadores de exclusión social. Luis Molina, de Economistas frente a la Crisis, dice que “el capitalismo funciona. Pocos economistas dudan que así sea. Pero el capitalismo, como el resto de los sistemas económicos del pasado, tiene una importante ecuación a resolver: conjugar el progreso económico con la justicia social. Y en cuestión de reparto vamos mal, no sólo en España… No hay empresa que sea demasiado grande si tiene como objetivo los intereses de la humanidad. Pero la riqueza personal desproporcionada, y el poder de control que ésta otorga para seguir acumulando sin fin, va en contra de toda lógica, de la moral (como sostiene este filósofo alemán), de la libre competencia, de la igualdad de oportunidades y también de los grandes ricos, porque la inmortalidad no se disfruta bunquerizado en solitario. Homo sapiens no es un grupito de señores, por ricos que puedan ser. Y Homo deus no será sin Homo sapiens”.
Bien, contra ello nace la cooperativa, también en el siglo XIX, como nacen los sindicatos y se refuerzan las mutualidades. Son reacciones colectivas frente a las consecuencias no deseadas del sistema económico que aparecía. Especialmente son reacciones contra la exclusión. Y es aquí donde me apetece reforzar mi experiencia de haber trabajado toda mi vida en la economía social: por su fuerza creadora que pretende neutralizar las “externalidades” del sistema económico y, por ello, de las empresas de capital. El mercado excluye, no integra en sus demandas de empleo a personas con discapacidad, a quienes sufrieron exclusión social, al equilibrio territorial… etc, ni modera la distribución de la riqueza al fracturar la sociedad entre ricos y pobres.
La economía social tiene fuerza innovadora para imaginar soluciones inclusivas socialmente: las cooperativas, la empresa de inserción, los centros especiales de empleo, la banca ética, las finanzas para-bancarias… y actualmente el mercado social, los grupos de consumo responsable, la comercialización y producción de energía renovable…
Todo ello son expresiones de la creatividad colectiva que inventa soluciones donde el mercado genera exclusión y reequilibra la riqueza generada frente a la fractura social. La Economía social genera relaciones de confianza y cohesión social.
Que el sistema económico dominante, calificado como neoliberal, está caduco (así lo precisó José Luis Sampedro) se expresa en la emergencia de nuevas formas de entender la economía (del bien común, circular, azul…) y la empresa (bolsa social, empresas con impacto social positivo… potenciadas por redes como Impact Hub). Además, recientemente están naciendo fuerzas sociales demandando democracia económica en la empresa y cuestionando si la propiedad ha de entenderse solamente como la posesión del capital. Se busca un modelo de empresa más integrada en su entorno, respetuosa con el medioambiente y que tenga en cuenta a las personas, espacialmente a quienes en ella trabajan. Se busca otra forma de hacer empresa.
Qué curioso, los compañeros franceses decían que la empresa de economía social era “otra forma de emprender”. Lo que se comienza a demandar del sistema económico dominante la economía social ya lo lleva realizando desde su nacimiento; es más, nace para desarrollar esos valores que el sistema que surgió en el siglo XIX rechazaba. La cooperativa nace para que las personas tengan el espacio central en la empresa y realiza la democracia económica desde su axioma “una persona un voto”, afirmación que nunca podrá plasmar la empresa de capital, defensora de la propiedad individual, acumuladora de dinero, frente a la empresa de economía social, creadora de riqueza colectiva y transformadora de la sociedad para fomentar la cohesión y la equidad. Lo que se demanda como nueva forma de hacer empresa lo tenemos entre las manos desde hace mucho tiempo quienes ya trabajamos en este tipo de empresas. Recuerdo un día, en el Consejo Económico y Social de España, que me dijo un alto representante de la CEOE que ellos nunca podrán aceptar nuestra forma de empresa, pues iba contra su concepción de la propiedad. Yo pensé, además, no podréis aceptar nuestra empresa que se encarna en el territorio, se comprometa con el medio ambiente y se empeña en crear cohesión social.
Pero esos valores que, tan solo hace muy pocos años, eran considerados utópicos y alejados del mundo empresarial son, ahora, los que importantes sectores sociales están demandando. Curiosamente, estaban tan alejados de la cultura empresarial dominante que otro alto cargo de la CEOE me recriminó si lo que yo buscaba eran “conventos o empresas”, cuando solo yo estaba demandando una responsabilidad social de las empresas, medible y objetiva. Comienza a pedirse un modelo de empresa que la economía social ya tiene experimentado. Pero si esas demandas no se perciben por parte de las estructuras representativas de la empresa tradicional, sí lo están avistando las empresas más atentas a lo que ocurre en la sociedad, y, desde luego, serán los caminos que la sociedad civil marque para el nuevo modelo empresarial. Otra forma de ser empresa es precisa. La economía social tiene, en ello, mucho camino recorrido. No ha de hacer más esfuerzo que el de ser coherente en su práctica con sus principios, no le queda por medio el esfuerzo de reestructurarse. Tan solo ha de ser coherente. Lo que, a veces, puede no ser fácil por la inercia del modelo empresarial dominante que se resiste al cambio reforzando los elementos constituyentes de su ADN.
El reto de la empresa de la economía social es reforzar su personalidad y saber concretarla en el territorio donde actúa. Es decir, su reto es saber ser lo que realmente es: empresa democrática, participativa, generadora de riqueza colectiva, integrada en su entorno, respetuosa con las personas y con el medioambiente…O sea, empresa de personas. Como decía El Padre Arizmendiarrieta (promotor del Grupo cooperativo de Mondragón) “la empresa cooperativa es un organismo vivo; es una sociedad de personas en una comunidad, cuyo soporte es la solidaridad y la conciencia de esta solidaridad es la fuerza impulsora en la que debemos confiar”.
Marcos de Castro Sanz
Experto en el mundo cooperativo, ha sido presidente de la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES) en representación de Mondragón Corporación Cooperativa (MCC) y consejero del Consejo Económico y Social (CES) de ámbito estatal. Colabora con asociaciones solidarias del tercer sector. Curriculum vitae
Pedro, te agradezco tu reflexión al artículo que escribí sobre la potencialidad creativa de la economía social frente a las carencias del sistema económico y de mercado que desgarra la cohesión social. Es más, genera mecanismos sistemáticos de exclusión. Exclusión que el propio sistema es incapaz de solucionar. No pretendo responderte, pues tu reflexión no tiene contestación. Tan solo pretendo completarla o, sin ser pretencioso, acompañarla. Yo siempre pensé que la economía social (y el tercer sector, las ong’s... todos los sistemas de solidaridad de la sociedad civil) existe porque el modelo económico que nos condiciona genera exclusión, demasiadas veces insoportable. Si el sistema tratara a todas las personas, sin exclusión, con la dignidad que les corresponde como ciudadanos no se necesitarían sistemas paliativos de los desgarros provocados, pues estos no se crearían. Por ello coincido contigo en que la economía social o es solidaria o no es social. Franç ois Houtart, sacerdote y sociologo francés que estuvo comprometido con Latinoamérica casi toda su vida, reflexiona este deficit del crecimiento, que tú denuncias, en un documento cuya lectura aconsejo, lo puedes encontrar en https://www.alainet.org/images/From%20common%20goods%20to%20the%20common%20good%20of%20humanity%20ES.pdf Se titula "De los bienes comunes al bien común de la humanidad" y describe muy bien, a mi juicio, los abusos de este modelo de crecimiento que tenemos. También coincido contigo, cómo no, en que el reto de la economía social es ser coherente con los valores que dice defender. El mercado en que ha de competir tiene mecanismos "pegadizos" que, en demasiadas ocasiones, hace que los comportamientos se asemejen bajo la excusa de que con ello se compite mejor. Es el isomorfismos organizativo por el que las cooperativas grandes tiene el riesgo de ser simplemente empresas grandes. Es preciso, para cuidar esa coherencia, saber desarrollar organizaciones empresariales que, con independencia de su volumen, sean fieles a los principios y valores que les apoyan y su actuación sea coherente con esa cultura que se dice defender. Y todo ello hay que ubicarlo en el relativismo en que actúan estas empresas. No van a cambiar el mundo, es cierto, pero también es cierto que están apuntando a un nuevo modelo de comprensión económica, empresarial y de sociedad que, seguro, se impondrá porque el modelo actual ya está dando síntomas de se caducidad y su incomprensión social. Muchas gracias, es importante este debate.
Agradezco y me alegra encontrar discursos sobre la economía alternativa tan bien "armados". Es fácil verificar que toda la argumentación expresada en el artículo son hechos contrastables y no simple opinión. Es dificil asimilar que la sociedad mayoritariamente declina asumir la responsabilidad de defender su propia supervivencia. Existen datos con fundamento científico que demuestran que es irreversible el colapso de nuestra civilización globalizada donde el 20% de la población es de consumista insaciable a costa del 80% restante expoliada y sometida. El colapso social paraleleamente al inevitable colapso medioambiental es ya irreversible. Por tanto "la potencialidad creadora de la economía social" no va a solucionar el problema de fondo pero si puede ser un refugio para la resitencia de la dignidad y la coherencia. Es por ello que opino que La economía social o es solidaria o no es social, o parte de la conciencia de esta solidaridad (como afirmaba Arizmendiarrieta) o no es más que un disfraz. Por tanto ser coherentes con los principios además de requerir un esfuerzo por convinción, ha de sentirse como una necesidad de transformación de nuestro modo de vida partiendo de un auténtico cambio de conciencia. Si, estoy hablando de decrecimiento respecto al mal llamado "progreso" y renuncia al individualismo materialista.
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