14/12/2020 Ana Real
El nuevo término "capitalismo inclusivo" no es más que un intento de gatopardismo para asegurar la continuidad del sistema desviando la atención de sus peores efectos.
Leo un artículo estos días cuya autora opina que aún es pronto para conocer el verdadero impacto económico y social de la pandemia, aunque, eso sí, confirma, y cito textualmente, “de momento, ya hay señales que apuntan a un aumento de la desigualdad y la pobreza, con una mayor incidencia sobre los jóvenes y las mujeres”.
A mí esta música me suena, no sé qué opináis vosotros. Me suena a lo ya vivido a lo largo de los diez años que duró la última crisis financiera. Altas tasas de desempleo, incremento de la precariedad laboral, pérdida de derechos laborales adquiridos, incremento de la desigualdad entre hombres y mujeres, incremento de los niveles de pobreza infantil… ¿sigo?
Bien, pues algunos dirán que, claro, durante una crisis lo lógico es que esto ocurra porque las cosas van mal. Y es verdad, pero es que siempre les va mal a los mismos: personas trabajadoras, pequeños autónomos y clases medias-bajas en general. El informe ‘La desigualdad de la renta, el consumo y la riqueza en España’, publicado por el Banco de España en 2018, que aborda cómo afectó la última crisis económica a la renta y la riqueza de las familias y cómo esto ha influido en la desigualdad actual, concluye que la recuperación económica tras la crisis favoreció a los más ricos. Así, los ciudadanos más ricos -el 10% más alto de la escala- pasaron de concentrar el 44% de la riqueza del país en 2008 al 53% en 2014. Por no hablar de que el número de millonarios en España y en Europa ha continuado creciendo en varias decenas de miles con crisis y sin ella.
Pues, bien, no nos ciñamos a las crisis, vayamos al balance de un sistema capitalista que ha venido siendo cada vez más voraz y que ha acabado por generar impactos tan negativos en la vida de las personas que en la última década ha ido propiciando un clima de opinión bastante crítico. La propia Christine Lagarde, presidenta del BCE y ex directora del FMI, ha reconocido la bien merecida pérdida de reputación que se ha ganado el sector financiero por sus excesos y ha advertido de la necesidad de un cambio en las reglas del juego, que favorezcan a la mayoría y no solo a unos pocos “premiando una participación amplia en los beneficios del capitalismo”, ha dicho.
Así es que como el capitalismo se ha pasado de la raya, desde dentro del propio sistema se recomienda reconducir la situación para no incitar reacciones demasiado adversas y desestabilizadoras (tipo chalecos amarillos, por poner un ejemplo) que suponen un quebradero de cabeza para los Estados que las padecen y no dejan de tener un impacto negativo para el propio sistema económico. Así es que ahora sí, ahora parece haber cierta urgencia por aprobar algunas leyes que frenen el desenfreno de algunas prácticas poco edificantes, por afear ciertas prácticas retributivas de los altos directivos poco estéticas al lado de la pobreza que padece una parte de la clase trabajadora, por reconducir algunos modelos de negocio para generar cierto impacto social o por favorecer nuevos productos y servicios de manera que se traslade parte de los beneficios que hasta ahora quedaban reservados a los accionistas a otros grupos de interés (trabajadores, clientes, proveedores y consumidores), en definitiva, por customizar el capitalismo y dejarlo presentable para los nuevos tiempos.
Y a este capitalismo le han llamado inclusivo. Pues bien, este golpe de timón, a mí me suela al principio básico del gatopardismo: “cambiar todo para que nada cambie”.
El concepto de capitalismo inclusivo, surgido hace pocos años en un foro celebrado en Londres, llegó hasta la última cumbre de Davos, referencia del capitalismo genuino, y parece que ha comenzado a calar entre los que allí se dan cita como oportunidad de adaptación a los nuevos tiempos. Evolucionar para no morir.
La verdad es que sumar el término inclusivo a un concepto que en esencia genera desigualdad y exclusión es una gran baza como campaña de imagen. Un lifting de los buenos en toda regla.
Está muy bien darse cuenta de los errores e intentar corregirlos, pero hay que hacerlo en serio. Esto es pura cosmética. Creo que lo que se pretende acuñando y publicitando este concepto es manipular a la opinión pública, a la ciudadanía, haciendo ver que desde dentro del propio sistema hay un ánimo de autorregulación al haber comprobado los efectos destructivos (y autodestructivos) del propio paradigma económico. Pero si esto fuera así, si esto fuera tan fácil, no haría falta ninguna Agenda 2030, ni protocolos de Kioto ni acuerdos de París. La humanidad es lo que está en juego, pero eso no parece una prioridad en foros como el de Davos, ni en muchos otros me temo.
Así es que ahora lo bueno es que el capitalismo sea inclusivo. Es decir, un sistema económico que cree riqueza, pero sin generar desigualdad y exclusión. Vale, pues eso, ya existe. No hace falta inventarlo, ni reformularlo. Es un modelo económico y empresarial democrático, sostenible y generador de cohesión social. Y nació, precisamente, en tiempos de la revolución industrial para corregir los desmanes del sistema capitalista de aquellos tiempos. Se llama COOPERATIVISMO y no necesita más adjetivos que lo acompañen para no dejar a nadie atrás. Lo único que necesita son estímulos suficientes y políticas públicas adecuadas para expandir su modelo y, con él, distribuir las ganancias de una manera más equitativa, sostenible y solidaria.
Cada día hay más personas que se sienten cómodas con el modelo cooperativo a la hora de emprender y de hacer empresa de otra manera. Cada día son más los jóvenes que reniegan de un sistema capitalista que está perjudicando sus expectativas futuras llevando al límite las capacidades del planeta para beneficiar a unos pocos. Cada día la ciudadanía es más crítica y responsable y como consumidores están optando por otros modelos de producción y consumo más justos, y como eso hace peligrar una porción del pastel ahora vienen y nos dicen que el capitalismo puede y debe se inclusivo, que es como decir que el capitalismo ha de ser más cooperativo. Pues si me tengo que quedar con algo, mejor que con una copia mala me quedo con el original, gracias.
Ana Real
Soy periodista y máster en comunicación radiofónica. Como responsable de Comunicación de la Federación Valenciana de Empresas Cooperativas de Trabajo Asociado (FEVECTA) me ocupo, entre otras cosas, de coordinar este Blog. El cooperativismo y las cooperativas necesitan un relato para explicarse, para dar a conocer a la sociedad que son otra manera de hacer empresa: más humana, responsable y conectada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y, precisamente, ese relato es el que intento construir en cada uno de mis artículos para llegar cada día a más personas.
Sí, el capitalismo salvaje se ha vuelto crónico, como el sida,
Claro, concreto, directo, comprensible, asumible, fundamentado.. Y si el mono se viste de seda mono se queda.
Gracias Ana. Precisamente estoy escribiendo un artículo que va en el mismo sentido. Los adjetivos "inclusivo", "consciente" "humano"...etc, que los defensores del capitalismo han empezado a utilizar desde el estallido de la crisis económica, son "un lavado de cara" que los que defendemos un sistema económico con rostro humano no debemos tolerar. ¡Ya está bien que los que defienden el capitalismo se rían de la humanidad!... ¡El capitalismo es el gran responsable de lo que la humanidad está sufriendo... incluido el Coronavirus! Salud y Bien Común Paco
Agradezco mucho vuestras respuestas y comentarios, que tanto me alientan a continuar con la tarea de difundir experiencias y realidades del cooperativismo, a contraponer ideas y a tratar de conectar con otras sensibilidades que, sean o no del mundo cooperativo, compartan el mismo deseo de transformación y mejora económica y social. Y, desde luego, estoy de acuerdo en que el espíritu crítico hay que practicarlo hacia dentro y hacia fuera. También el cooperativismo se enfrenta al reto de revisarse cada día como una vacuna frente a la complacencia o el conformismo.
Totalmente de acuerdo. Pero no debemos, tampoco, olvidarnos del neocooperativismo que, so pretexto, hoy, de la rentabilidad o de la inversión y, mañana, de la eficacia organizativa o de la expansión comercial, readapta y deja a un lado las señas de identidad cooperativas -sus valores y principios- para converger con el capitalismo inclusivo y regenerador y, lo que es peor, para justificarse en su seno.
Gracias por el artículo Ana. No puedo estar más de acuerdo. La clave de este artículo no es que se critique una situación sin más, sino que se aporta una solución real, muy real, desde hace 150 años: el cooperativismo. Ahora lo importante es difundir este mensaje, en aquellos otros foros donde no se conoce esto o no se quiere conocer. No sirve de nada que sigamos de acuerdo los que ya estamos de acuerdo. me comprometo a ello por todas las vías que tengo a mi alcance. P.D. Te animo Ana a que escribas otro artículo, describiendo cómo el cooperativismo, por presión, por dejadez, por otros intereses y/o por poco cuidado, se va contaminando y desinflándose en muchas de nuestras cooperativas, convirtiéndose en un cooperativismo también maquillado, cosmético.
Bravo Ana!!! te felicito. Qué bien expuesta la pretensión de "maquilleo" para un "capitalismo benévolo" y la aclaración del ya existente modelo económico "cooperativo". El originario y genuino modelo que respeta y verdaderamente cumple con las bondades que la economía necesita.
No se puede decir más claro, Gracias Ana por mantener y alimentar el espíritu crítico que es imprescindible para mantenernos despiertxs y poder reaccionar.
Si te ha gustado el post y quieres apoyar la difusión de la empresa cooperativa te voy a pedir 3 cosas:
1. Comparte este post en redes sociales utilizando los botones al final del artículo
2. Deja un comentario con tu opinión.
3. Envía una pregunta relacionada con el mundo emprendedor cooperativo, que te preocupe y quieras conocer nuestra opinión.