11/06/2018 Pepe Albors
Las personas socias han de ser capaces de gestionar adecuadamente sus relaciones en el seno de la cooperativa para generar un clima de comunicación eficaz desde el respeto mutuo.
Todos hemos escuchado hablar del famoso “Triángulo de las Bermudas”, un área geográfica en el océano Atlántico en la que, supuestamente, han desaparecido multitud de embarcaciones y aviones, hasta convertirse en una zona peligrosa para la navegación. Pues bien, en este post quiero hablaros de un triángulo que, como el de las Bermudas, puede ser el causante de la destrucción de la cooperativa.
En post anteriores os he hablado de la importancia que tiene el respeto mutuo para llevar adelante el proyecto empresarial cooperativo. La cooperativa de trabajo nace desde la igualdad y para la igualdad, la democracias es su razón de ser y ésta se inspira en el principio de una persona un voto. A partir de la democracia, llevada al terreno de lo económico, se construye el edificio social y empresarial del proyecto cooperativo.
Construir un proyecto social empresarial que sea eficaz, es decir, que consiga los resultados y objetivos propuestos y que sea eficiente, con la utilización adecuada de los recursos, pasa por lograr ser un equipo de trabajo sinergético en que el todo sea mayor que la suma de las partes.
Sólo podemos conseguir crear un equipo sinergético cuando somos capaces de interactuar de manera coordinada, y para eso necesitamos una buena comunicación. En las cooperativas, la comunicación ha de ser multidireccional, es decir, de arriba a abajo, de abajo arriba y transversal, debido a su naturaleza democrática. A diferencia de la empresa de capital, en la que la comunicación suele tener un carácter preferentemente unidimensional, es decir, de arriba a abajo.
En la empresa de capital la autoridad y el poder residen en la propiedad de la empresa, y es por eso que la comunicación suele tener un sólo sentido: los que dan órdenes (que tienen la autoridad y el poder) y quienes las acatan. Y es que la empresa de capital ha basado parte de su eficacia/eficiencia a costa de minimizar la libertad de la mayoría de las personas como sujetos de proceso productivo.
Pero un nuevo paradigma está surgiendo; la sociedad demanda más libertad para el desarrollo de la producción económica, más igualdad y esto sólo es posible con un nuevo modelo de empresa que es la cooperativa, que sitúa a la persona como centro de la actividad productiva.
En la cooperativa la igualdad y la democracia son elementos clave en su funcionamiento. Pero la realidad es que las personas que formamos parte de la empresa somos todas diferentes, con caracteres diferentes y con personalidades diferentes, que cuando interactuamos con otras personas lo hacemos bajo diferentes formas de ejercer el poder.
Sólo puede haber comunicación eficaz desde el respeto mutuo de las personas. Pero, ¿qué significa y cómo se entiende el respeto mutuo en la cooperativa? Como os decía, la cooperativa basa su funcionamiento en la democracia y en la equidad de sus miembros, y esta relación de poder compartido también se ha de dar a nivel personal en la interacción de sus miembros.
Os voy a hablar de lo que considero el triángulo de las Bermudas cooperativo que, al igual que el famoso “Triángulo de las Bermudas”, es capaz de fagocitar el proyecto cooperativo.
Partimos de la idea de que una cooperativa es un conjunto de personas en que la unidad de relación social de sus miembros es la transacción. Según la Teoría del doctor Berne, existen cuatro posiciones posibles en estas transacciones:
1. Yo estoy bien-tú estás bien.
2. Yo estoy bien-tú no estás bien.
3. Yo no estoy bien-tú estás bien.
4. Yo no estoy bien-tú no estás bien.
Ya avanzo que la única forma eficaz de relación es la primera, la que parte de la idea de equilibrio e igualdad positiva de la relación. Pero las personas a menudo jugamos distintos papeles en nuestra interacción con los demás y se configura un triángulo dramático, que fue definido por el psiquiatra Stephen Karpman, quien definió 3 formas de manipulación emocional a través del ejercicio de tres roles que de alguna manera u otra todos ejercemos, y que no dejan de ser formas de utilizar/manipular a las personas en nuestras relaciones personales.
Este triángulo está formado por:
SALVADOR
Las personas que adoptan el papel de salvador actúan desde la posición «Yo estoy bien-tú no estás bien». Se colocan en un papel de superioridad y se sienten en la necesidad de “ayudar” a los demás sin que se les haya pedido; necesitan que se les necesite. Se dedican a dar consejos. Tienen una actitud paternalista y siempre saben lo que te conviene. Asumen responsabilidades que no son suyas y que nadie les ha pedido. No tienen capacidad de delegar trabajo en otros: “es que lo tengo que hacer yo”, dicen, y acaban saturándose y quemándose porque al final no pueden con todo. En el fondo, sólo les preocupa establecer relaciones de dependencia hacia ellos, aunque eso les suponga hacer el trabajo de los demás. Eso hace que a veces pasen de un papel de Salvador a un papel de Víctima.
PERSEGUIDOR
El perseguidor actúa desde la posición “Yo estoy bien-tú no estás bien”. Las personas que se comportan como perseguidores adoptan una posición de superioridad. Suelen ser ácidos y críticos, buscan el fallo y las contradicciones de los demás y suelen provocan el sentido de la culpabilidad. Ponen el acento en los fallos y no en los aciertos. Su estilo de dirección es el de “dirigir por excepción”: se presta atención a lo que marcha mal. Después de hablar con un perseguidor uno suele quedarse con la sensación de haber sido tratado como un tonto.
VÍCTIMA O MÁRTIR
Las personas que asumen este papel actúan desde la posición “Yo no estoy bien-tú estás bien”. Son personas que siempre están a la defensiva en lugar de escuchar activamente, y siempre se están excusando. Asumen que ellos están siempre libres de culpa y se sienten indefensos. Se sitúan en una posición de inferioridad en su zona de confort y siempre esperan que sean los demás quienes asuman la responsabilidad de actuar. Su frase favorita suele ser “yo no sé nada, yo no me meto en lo que no me llaman, yo hago lo que me dicen”. Aceptan la sumisión como forma de relacionarse.
Pues bien, estos tres roles se suelen dar con mucha frecuencia en nuestras relaciones y, además, son intercambiables y, dependiendo de con quién nos relacionamos, asumimos uno u otro rol.
El triángulo de Karpman define perfectamente las relaciones de dependencia que se dan en el momento en que dos personas no se sienten iguales y no actúan desde la igualdad de la relación. Estas tres caretas que nos ponemos son las principales fuerzas a través de la cuales manipulamos y nos manipulan, y desde las que realizamos chantajes emocionales a los demás.
En las cooperativas, por su naturaleza del reparto de poder igualitario entre las personas, hemos de invertir recursos para formarnos en aspectos de inteligencia emocional si queremos no caer en este tipo de triángulo destructivo.
La educación cooperativa es la solución y pasa por desarrollar maneras de comunicación más asertiva contigo mismo y con los demás, donde cada uno sea capaz de hacerse responsable de gestionar sus propios sentimientos y emociones.
Si como cooperativistas somos capaces de llevar la igualdad con libertad al terreno de la relación interpersonal con las otras personas de la cooperativa, conseguiremos liberar una cantidad de energía impresionante que nos hará crecer como personas y facilitará que nuestros proyectos empresariales sociales sean más exitosos.
Desafortunadamente, he conocido algunos casos de cooperativas donde los papeles asumidos por los socios han conducido a este triángulo dramático, donde las personas socias no han sido capaces de gestionar adecuadamente las relaciones, generándose un clima tóxico que ha llevado a la desaparición de la empresa cooperativa.
Os dejo un decálogo de los derechos asertivos que me parece muy interesante para aplicar en las cooperativas, tomado de M.J. Smith, 1977.
1.- Tenemos derecho a juzgar nuestro propio comportamiento, nuestros pensamientos y nuestras emociones, y a tomar la responsabilidad de su iniciación y de sus consecuencias.
2.- Tenemos derecho a no dar razones o excusas para justificar nuestro comportamiento.
3.- Tenemos derecho a juzgar si nos incumbe la responsabilidad de encontrar soluciones para los problemas de otras personas.
4.- Tenemos derecho a cambiar de opinión.
5. - Tenemos derecho a cometer errores.
6. - Tenemos derecho a decir “No lo sé”.
7. - Tenemos derecho a ser independientes de la buena voluntad de los demás antes de enfrentarnos con ellos.
8. - Tenemos derecho a tomar decisiones ajenas a la lógica.
9. - Tenemos derecho a decir: “No lo entiendo”.
10. - Tenemos derecho a decir: “No me importa”.
Pepe Albors
Hola! Soy Pepe Albors y quiero ayudarte a entender mejor la empresa cooperativa. Creo en la democracia económica, y la cooperativa es el mejor modelo de empresa para llevarla a cabo. No es fácil gestionar y trabajar en cooperativa, la igualdad, la participación democrática, la cooperación, no son fáciles de gestionar. Cuento con una experiencia de 37 años en el mundo cooperativo y os puedo ayudar a que el proceso de conducir un proyecto cooperativo sea más llevadero.
Saludos. Me gustaría conocer cuál es la doctrina o precedentes legales de un socio que voluntariamente se da de baja de la cooperativa y además de solicitar sus acciones reclama participación de los activos acumulados durante años por la cooperativa. Gracias
Gracias Pepe por tus comentarios, apoyados científicamente. Muy buenos. Creo que yo mismo ha luchado desde estos presupuestos durante mi vida cooperativa (ya estoy jubilado). Y ahora, siento que lo veo de otra forma. Lo que planteas es cierto e incuestionable. Por tanto, no se cuestiona. Pero creo que ha de completarse. Intentaré explicarme en breve (si es posible) Todas las personas entran en la cooperativa, o en cualquier empresa, desde sus estados emocionales previos y experimentados. Ello hace que cada uno es cada uno y vive las exigencias de los valores a su manera ajustada a su experiencia. Lo que me hace concluir que los valores no se han de dar por supuestos, hay que trabajarlos para que sean convergentes. La organización (organigrama, estilo de autoridad...) traslada, en si misma, otros valores que cada uno ha aprendido en su experiencia y ello reduce o refuerza la credibilidad en lo que se le dice. De nuevo, concluyo que hay que trabajar los valores para que sean convergentes. Además, la propia organización (organigrama) de la cooperativa suele estar "copiada" de las empresas de la competencia, que no tiene esos mismos valores. Lo que tambien traslada a las personas mensajes aprendidos en otras experiencias (o en la misma universidad). Bueno, resumo, todo ello nos lleva a que si realmente deseamos que los valores cooperativos (cargados de ese respeto que planteas) sean reales se debe "crear" una organización ajustada y un estilo de autoridad que los defienda. Y eso yo no siempre lo he visto en las cooperativas. Sí he visto discursos, pero no realización de valores en la propia organización. Lo que desvirtúa los valores que se defienden y los convierte en palabras. Las cooperativas, y demás empresas participativas, ha de saber implantar un organigrama que haga realidad lo que se dice defender y un estilo de autoridad que sepa realizar esas diez apuestas con que terminas tu escrito. Y eso, yo lo he visto muy pocas veces. Por tanto, coincido en tu planteamiento, solo digo que llevarlo a la práctica supone una nueva organización y un nuevo estilo de autoridad. Y en esto estamos muy débiles. Los discursos son fuertes pero la realidad es más débil. Bueno, espero no haber molestado. Gracias
Estupendo artículo. Fundamental profundizar en esta cuestión para no caer en la trampa de los egos en lucha inconsciente, situaciones que siempre derivan en conflicto.
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