14/03/2022 Ana Real
Mediante una contabilidad social se podría trasladar a la sociedad el impacto positivo de la democracia interna, su arraigo al territorio o su distribución de la riqueza
¿Qué valor genera un museo en su entorno? ¿Y un hospital? ¿Y una escuela? ¿Y una cooperativa?... Sabemos que es algo bueno, pero ¿cómo medirlo en términos de bienestar?
¿Y si supiéramos que una entidad que recibe ayudas de la administración multiplica hasta 18 veces la financiación pública que recibe en retornos para la sociedad? ¿Podría eso impactar en su reputación, en el valor que la sociedad le atribuye?
Pasar del valor económico a un valor social y a un valor emocional es precisamente lo que pretende la contabilidad social para, así, poder trasladar la utilidad social de cada entidad u organización. Pasar de hablar del PIB de una región o de un país a hablar del Valor Social Interior Bruto, cambiaría muchas cosas en el imaginario colectivo, ¿no creéis?
La UE ha puesto en marcha por primera vez un Plan de Acción Europeo de Economía Social con el que pretende impulsar este modelo de empresa en toda la Unión Europea en los próximo 9 años, con el objetivo de incrementar el PIB comunitario de la economía social de un 6% actual al 15% y, apunta, “construir un futuro de progreso y cohesión para todos los europeos”.
Este acontecimiento sin precedentes refleja que en los últimos años se ha producido un punto de inflexión en cuanto al reconocimiento político e institucional (que trasciende los discursos buenistas pasados), tanto en España como en el conjunto de la UE, hacia el valor de la Economía Social y el papel más importante que debe jugar para apalancar la necesaria transformación social, económica y medioambiental que marca la Agenda 2030 de las Naciones Unidas a través de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Pero, desde hace más de dos décadas, creo que los representantes del sector son muy conscientes de que el principal hándicap para acabar de dar el paso definitivo hacia el reconocimiento social de este sector empresarial, - ¿una rara avis hasta ahora en el marco del sistema capitalista imperante? -, ha sido hacer visible – cuantificar - su contribución a la sociedad en toda su dimensión, más allá de sus resultados económicos. Es decir, que la ciudadanía conozca (paso previo imprescindible para poder apreciar algo) las aportaciones de sus empresas al bienestar de las personas y los territorios en que operan. Pero, claro, ¿cómo medir eso del bienestar si no se puede cuantificar en euros?
Nos hemos acostumbrado a medirlo todo en términos económicos y financieros, pero muchas veces un gasto o una pérdida que tiña de rojo nuestro balance puede ser lo que más valor social genere en nuestro entorno. Eso nos lleva a reivindicar la necesidad de medir y cuantificar las cosas desde ópticas diversas, plurales… no únicamente desde la óptica del mercado. Sabemos que hay empresas dentro de un mismo sector que tienen formas muy distintas de trasladar valor… en el sector bancario, por ejemplo, no lo traslada igual una entidad de crédito cooperativa o la banca ética que la banca tradicional.
Entonces, ¿cómo medir o cuantificar el valor social de algo, el valor de no mercado? Eso es lo que se está intentando, cuantificar para luego comunicar a la sociedad, mediante el proceso de MONETIZACIÓN DEL VALOR SOCIAL DE LAS COOPERATIVAS. Hay dos trabajos recientes que me gustaría citar y que persiguen precisamente esto. Por un lado, “Análisis del impacto socioeconómico de los valores y principios de la economía social en España”, publicado por la Confederación Empresarial Española de la Economía Social (CEPES), que supone una actualización de un estudio anterior y cuyo objetivo es visibilizar y cuantificar con fuentes oficiales la contribución diferencial que, a través de un crecimiento económico más sostenible, la economía social realiza al conjunto de la sociedad en forma de cohesión social y territorial. Es decir, realizar un análisis de impacto que permita conocer mejor las implicaciones que los principios de la economía social tiene sobre la sociedad y llegar a una valoración económica de los mismos.
La tesis de partida de este estudio es que los principios que comparten las empresas de economía social, que se concretan en una primacía de las personas y del fin social sobre el capital, motivan un comportamiento diferente al de las empresas mercantiles en relación con la composición de sus plantillas, las condiciones de trabajo, su especialización productiva y su ubicación geográfica. Este comportamiento diferencial constituye, a su vez, una importante aportación a la cohesión social y territorial, que excede la aportación valorada de forma tradicional a través de variables macroeconómicas y que se adentra en el concepto de utilidad social. Las aportaciones de este proyecto están vinculadas a las mejoras que introduce en la medición del impacto de la economía social.
Este trabajo, avalado por CEPES, profundiza en una metodología que permite medir y valorar una gran parte de los efectos relacionados con los principios de la economía social, se adentra en el concepto de valor social o utilidad social y avanza en la valoración monetaria del impacto.
Los resultados que obtiene confirman la existencia de un comportamiento diferente de las empresas de economía social que, por un lado, genera valor social por hechos como: la creación de empleo inclusivo, mayores niveles de estabilidad laboral, menor dispersión salarial, más igualdad de género, ampliación de oferta de servicios sociales y de educación… Y, por otro lado, aporta cohesión territorial, porque la economía social se ubica mayoritariamente en municipios medianos y pequeños, genera actividad y empleo rural, potencia el emprendimiento en estas zonas, ayuda a diversificar la actividad, no se deslocaliza, etc.
Por otro lado, una metodología de contabilidad social, que está impulsando ANEL, Asociación Navarra de Economía Social, cuyo objetivo es conocer el valor social real que genera y perciben los grupos de interés con los que interactúa una empresa en su entorno de actividad y de relaciones sociales. De esta forma, las cooperativas podrían conocer el efecto multiplicador que tiene su trabajo diario en su entorno y podrían integrar en su gestión la medida de estos elementos, aparentemente intangibles, pero que generan un importante valor social. Y, obviamente, también lo podrían transmitir a la sociedad, hacer visible lo invisible, como es en una cooperativa el impacto positivo de su modelo de funcionamiento, su sistema de gobernanza (democracia interna), su arraigo al territorio o su distribución de la riqueza, por poner algunos ejemplos.
Este tipo de trabajos está teniendo eco ya en siete comunidades autónomas, así como en otros países europeos. Partiendo de este trabajo, desarrollado por ANEL, la Confederació de Cooperatives de la Comunitat Valenciana (CONCOVAL) está estudiando también la conveniencia de impulsar una actuación similar en territorio valenciano para evidenciar el valor social aportado por las cooperativas valencianas a la sociedad y al territorio.
Desde luego, monetizar el valor social aportado puede ser de gran utilidad para todas aquellas cooperativas y organizaciones que trabajan con fondos públicos o en alianza con la Administración, en tanto que una de las derivadas de la actuación es precisamente medir la ‘rentabilidad’ que obtiene el dinero público invertido en subvenciones, conciertos o a través de la contratación pública en general.
Y es imprescindible para poder construir con indicadores concretos y confiables un relato con que comunicar a la sociedad el valor de hacer empresa de otra manera.
Y sirve a las entidades representativas como herramienta científica para ejercer las reivindicaciones institucionales de nuevas políticas públicas a favor de la Economía Social, basadas en la constatación empírica de sus aportaciones sociales y territoriales.
Sin duda, es un camino por el que parece conveniente transitar para dar el salto cualitativo que falta para alcanzar la visibilidad que el sector cooperativo y de la economía social necesitan para tangibilizar por fin su aportación a los procesos que hoy se plantean internacionalmente para poder caminar hacia una sociedad más justa y equitativa sin comprometer la sostenibilidad del planeta.
¡¡¡NO A LA GUERRA!!!
Ana Real
Soy periodista y máster en comunicación radiofónica. Como responsable de Comunicación de la Federación Valenciana de Empresas Cooperativas de Trabajo Asociado (FEVECTA) me ocupo, entre otras cosas, de coordinar este Blog. El cooperativismo y las cooperativas necesitan un relato para explicarse, para dar a conocer a la sociedad que son otra manera de hacer empresa: más humana, responsable y conectada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y, precisamente, ese relato es el que intento construir en cada uno de mis artículos para llegar cada día a más personas.
Excel.lent i molt necessaria proposta. Tant de bo si la CONCOVAL trau aviat el document/ferramenta que necessitem per materialitzar aquesta "diferent manera de mesurar-nos" que fa temps alguns defensem
Monetizar el valor social es intentar hacer tangible lo intangible, aunque valioso. Esta iniciativa tiene mucho valor y el mercado puede que cada día lo valore más.
Si te ha gustado el post y quieres apoyar la difusión de la empresa cooperativa te voy a pedir 3 cosas:
1. Comparte este post en redes sociales utilizando los botones al final del artículo
2. Deja un comentario con tu opinión.
3. Envía una pregunta relacionada con el mundo emprendedor cooperativo, que te preocupe y quieras conocer nuestra opinión.