Reflexiones

El cooperativismo en la 'aldea global' de los ODS

02/03/2020 Ana Real

Agenda 2030: A una década de cumplirse el plazo dado por la ONU, el reto del cooperativismo es trascender y mostrar su manera de hacer economía para las personas y respetuosa con el entorno.

Som COOPerativa ODS

Si a alguien le quedaba alguna duda a estas alturas acerca del verdadero alcance e impacto de la globalización, el coronavirus y sus devastadores efectos —¿el miedo, el peor de todos?— ha venido a zanjar el asunto mostrando su peor cara.


La globalización es un proceso de escala planetaria cuyos inicios se han fijado en la última etapa de expansión del capitalismo de finales del siglo XX y que deriva de la creciente comunicación e interdependencia económica, tecnológica, cultural y social existente entre los diferentes países del mundo, favorecida por toda una serie de transformaciones y avances tecnológicos y científicos.


Pero, la verdad, si Marshal McLuhan levantara la cabeza (este gran sociólogo y filósofo tendría hoy 109 años) debiera reclamar para sí el mérito de anticipar ya en la década de los 60 del siglo pasado cuanto nos está pasando, o al menos buena parte. ¿Qué, si no, fue su teoría sobre la denominada ‘Aldea global’? McLuhan, cuyas teorías se estudian en todas las universidades de Comunicación y Periodismo del mundo, articuló dos términos, en principio contrapuestos, para acuñar un nuevo concepto con el que explicó –vaticinó- las consecuencias del desarrollo de los medios de comunicación de masas y su gran influencia sobre las sociedades modernas, así como el impacto y el alcance de Internet cuando apenas unos frikis de la tecnología creían en el invento que ha conseguido revolucionarlo todo.


Hoy, en pleno siglo XXI, las cosas ocurren en todo el mundo a gran velocidad y a gran velocidad nos enteramos de lo que acaba de ocurrir en la otra punta del planeta, pero el mundo se gobierna desde cada estado soberano con sus límites y limitaciones. A veces despacio, demasiado despacio. La del coronavirus es una crisis sanitaria global con origen local. Y ya estamos viendo la dificultad para gestionarla.


Una nueva emergencia, esta vez sanitaria, ha venido, pues, a sumarse a otras emergencias (climática, ecológica, económica, social…) con las que ya convivíamos hace tiempo, pero de cuyos efectos hemos empezado a ser verdaderamente conscientes ahora, al comprobar de manera fehaciente que pueden ser, y son, una amenaza para la sostenibilidad de nuestro planeta, de nuestras vidas a medio y largo plazo.


Advertidos del peligro, los países integrantes de la ONU adoptaron en 2015 la Agenda 2030, un ambicioso plan de acción a favor de las personas y el planeta para hacer posible un desarrollo sostenible en tres planos: el económico, el social y el ambiental. Este compromiso de alcance global, pero que se ha de implementar desde lo local de una manera coordinada, consta de 17 Objetivos (ODS) y 169 metas. «Estamos resueltos a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”, señalaron los Estados en su resolución.


Han pasado cinco años desde entonces y las cosas parece que han empezado a cambiar. La sociedad civil empoderada ha empezado a tomar conciencia, bendita conciencia, y a salir a la calle para presionar a los Gobiernos de que es tiempo ya de adoptar medidas para reconducir la situación. Creo que es una de esas pocas veces en que ciudadanía y gobiernos (unos más que otros, claro) parecen ir acompasados en esta determinación por frenar este viaje sin retorno al que nos dirigimos a menos que cumplamos nuestros deberes.


Yo suelo pecar de ingenua, también lo digo. Y en esto de confiar en la bondad de las personas, soy más de ‘El hombre es bueno por naturaleza’ de Rousseau que de ‘El hombre es un lobo para el hombre’ de Hobbes (cojan este símil con pinzas, por favor). Pero, bueno, lo que quiero decir es que creo de verdad que las cosas han empezado a cambiar, porque están cambiando de abajo hacia arriba, pero los gobiernos también se están poniendo las pilas, y que pueden y deben seguir cambiando. Y en este proceso que afecta a tres ámbitos fundamentales: el económico, el social y el medioambiental, el que más desconfianza me provoca es el primero, la verdad.


Entre ‘El procomún colaborativo’ y el cooperativismo


Mucho tienen que cambiar aún las cosas para que los efectos perniciosos del capitalismo voraz que provocó la última crisis y ahondó las desigualdades y la pobreza disminuyan, pero podemos y debemos provocarlo: como consumidores de productos, como usuarios de servicios, como ciudadanos activos a la hora de elegir a nuestros representantes, como educadores, como padres y madres... Debemos ‘activar’ en nuestro entorno nuestro poder, que es poco individualmente, pero mucho colectivamente.


Leía hace poco en un artículo una referencia sobre el economista y sociólogo, Jeremy Rifkin, autor de libros como “La sociedad de coste marginal cero” y “El procomún colaborativo” o lo que él considera como el primer paradigma económico que ha arraigado en la escena mundial (de nuevo la Aldea global) desde la llegada del capitalismo y el socialismo en el siglo XIX. Pues, mira por dónde, Rifkin anunciaba en 2014: “El capitalismo comenzará su ocaso en las próximas décadas y será en buena parte sustituido por otro paradigma: el procomún colaborativo. Una economía donde el capital social será mucho más importante que el financiero, compartir más importante que competir, los mercados perderán terreno ante las redes a las que se conectan miles de millones de personas y cosas y los consumidores se convertirán en fabricantes de su energía y bienes, en prosumidores”. Porque para Rifkin, “el capitalismo será eclipsado por la economía del compartir” que vamos a ver ganar terreno cada día más.


Cierto es que, tras la crisis, ante los graves efectos causados en cuanto a aumento de las desigualdades y extensión de la pobreza, empezó a cambiar el discurso y comenzaron a verse intentos por implementar un nuevo paradigma productivo. No es fácil, claro, pero hay que ser valientes y empezar a apostar de verdad por incentivar modelos empresariales que hagan economía para las personas, comprometida con el territorio y respetuosa con el entorno natural.


La Agenda 2030 reconoce de manera explícita que las empresas cooperativas juegan un papel esencial dentro del sector privado para alcanzar los ODS (Coops for 2030). Según el propio Federico Buyolo, hasta hace muy poco director general de la Oficina de la Alta Comisionada para la Agenda 2030, “la economía social ha de jugar un papel primordial en este cambio de modelo” y “el cooperativismo está llamado a ser un agente de transformación de primer orden que guíe el camino hacia una economía con propósito”. Lo afirma así en un artículo recientemente publicado con motivo del monográfico “El cooperativismo y la economía social en la implementación de los ODS” por la revista Noticias del CIDEC, que publica el IUDESCOOP en colaboración con la Conselleria de Economía Sosteniible. En él Buyolo afirma asimismo: “La economía social representa la puesta en marcha de una economía inclusiva que crece y genera valor más allá de los beneficios económicos” y “las cooperativas son el ejemplo de este modelo ético y sostenible que impulsa la Agenda 2030, una acción empresarial que genera tanto beneficios tangibles como intangibles destinados a una acción compartida de fortalecer el bien común”. Para Buyolo, “la prosperidad en un modelo sostenible piensa tanto en el avance económico como en la garantía y fortalecimiento de los derechos de los trabajadores” y, añado yo, ¿qué es sino el cooperativismo?


En definitiva, Buyolo habla en su artículo de la economía social como de “una economía ética para un futuro sostenible”. Pues bien, ese futuro que ha de ser sostenible nos queda a una década (que ya se ha acuñado como la ‘Década de la acción’) para que se cumpla el plazo dado por la ONU y el reto del cooperativismo es trascender y convencer a la sociedad y a los gobiernos (locales, regionales, estatales y supranacionales) de que su manera de hacer economía para las personas y respetuosa con el entorno está alineada con los 17 Objetivos marcados y consensuados tras más de dos años de consultas públicas, interacción con la sociedad civil y negociaciones entre los países. Mostrar que la práctica cooperativa, en asunción de su código ético y de valores, es un instrumento útil para alcanzar casi todos los ODS, con una mayor incidencia, quizá, en fomentar el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente (ODS 8), la reducción de las desigualdades económicas y sociales (ODS 10), la reducción de la pobreza (ODS 1), la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres (ODS 5), el acceso a la educación de calidad para todas las personas (ODS 4).


CEPES ha publicado recientemente dos estudios que recomiendo consultar ya que pone de relieve todo lo dicho hasta ahora: “La contribución de la Economía Social a los ODS. 4º informe sobre la experiencia de las empresas españolas de Economía Social en la Cooperación al Desarrollo 2017-2019”  y “Análisis del impacto socioeconómico de los valores y principios de la Economía Social en España”.

 

En definitiva, el tejido empresarial cooperativo está comprometido con la Agenda 2030 porque muchas de las metas allí marcadas forman parte de su propia esencia, qué mejor argumento para convencer de que es un modelo empresarial a promover de manera decidia, coherente y continuada en el tiempo. Porque dentro de diez años no podemos estar hablando de lo mismo.

 

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Ana  Real

Ana Real

Soy periodista y máster en comunicación radiofónica. Como responsable de Comunicación de la Federación Valenciana de Empresas Cooperativas de Trabajo Asociado (FEVECTA) me ocupo, entre otras cosas, de coordinar este Blog. El cooperativismo y las cooperativas necesitan un relato para explicarse, para dar a conocer a la sociedad que son otra manera de hacer empresa: más humana, responsable y conectada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y, precisamente, ese relato es el que intento construir en cada uno de mis artículos para llegar cada día a más personas.

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